La marca Tesla es hoy una de las más disruptivas del panorama automovilístico y sus propuestas son siempre objeto de controversia y alabanza pero, por encima de todo, de interés mediático. Desde luego, difícilmente podría haber imaginado el gran referente intelectual de la compañía que sus ideas e investigaciones iban a traducirse más de un siglo después en logros tan tangibles como sorprendentes. Nikola Tesla fue uno de los grandes visionarios de su tiempo y su trabajo en el ámbito de la electricidad y la automoción siguen siendo claves para el desarrollo de estos sectores. Por ello, hoy rendimos tributo al gran genio en el 160º aniversario de su nacimiento.
Nikola Tesla nació en la localidad croata de Smiljan el 10 de julio de 1856, si bien tantos sus padres como él eran de ascendencia serbia. Las crónicas dibujan un perfil inquieto desde la infancia, con una gran pasión por la fabricación de pequeños instrumentos caseros y la ingeniería a pequeña escala. Así, Tesla accedería con el tiempo a la Universidad de Graz para cursar estudios de ingeniería eléctrica. En este punto, no se sabe a ciencia cierta si el joven serbio completó su titulación o si abandonó prematuramente la institución. Lo que está fuera de toda duda es que sacó el máximo provecho a su paso por la universidad.

Un joven Nikola Tesla con su característico bigote. Imagen extraída de bilgingozel.com.
Los primeros inventos documentados de Tesla comienzan a aparecer en la década de 1880, siendo identificados por el propio inventor como ‘resultados de momentos de inspiración’. En ese momento, Tesla se había desplazado hasta París y realizaría distintos viajes a Estados Unidos. El campo magnético rotativo, los estudios acerca del mismo y su utilización por parte de distintos aparatos constituyen algunas de las primeras grandes innovaciones que se le atribuyen. En el campo de la ingeniería mecánica, a él cabe atribuírsele la autoría del motor de inducción. Pese a estos hitos, Tesla no iba a encontrar demasiadas facilidades en su camino hacia el éxito.
En 1885, el genio fue contactado por otro gran prohombre de ciencia del momento, Thomas Alva Edison, quien supuestamente le ofreció un contrato millonario para la época. Edison atribuyó a un error cultural la equivocación y su relación con Tesla difícilmente pudo ser más distante, llegando al extremo de que el inventor serbio abandonó su empleo por la baja remuneración. De este modo, en 1886 nacería la Tesla Electric Light & Manufacturing, firma de la que sería apartado apenas un año después porque sus ideas sobre la corriente alterna y su utilización en motores de grandes proporciones no gustaron a los inversores, más escorados hacia las ideas de Edison. El golpe no solo no le apartó de sus investigaciones sino que en 1891 aseguró haber dado con la clave para desarrollar sistemas de transmisión de energía inalámbricos. De igual manera, endureció sus posiciones en defensa de la corriente alterna sobre la continua.

Imponente Tesla Model S. Imagen extraída de teslamotors.com.
Nuevamente, la fortuna no sonreiría al inventor eslavo, asfixiado por las deudas y criticado por la mayoría de la comunidad científica. En no escasa medida, la forma de trabajar de Tesla contribuía a hacerlo impopular, dado que tenía una facilidad inusitada para la memorización y ello dejaba sistemáticamente en mal lugar a sus compañeros. Curiosamente, no se conocen demasiados detalles de sus últimos años, en los que comenzó a experimentarse cierta mejora de su imagen como inventor. A su fallecimiento en 1943, el Gobierno estadounidense decidió hacerse con el mayor número de documentos personales posible, entendiendo su utilidad de cara al futuro. Con bastante retraso, el trabajo de Tesla era encumbrado por su decisiva contribución al desarrollo tecnológico.
La nómina de avances que se deben a la mente de Tesla incluyen las citadas transferencia energética inalámbrica y la corriente alterna pero también la radio (tras un sonado litigio con Marconi que se resolvió tras su muerte), la bovina de Tesla, la bombilla fluorescente, la bugía para el encendido de motores de combustión o un embrionario sistema de control remoto. En 2003, Elon Musk no tuvo ninguna duda a la hora de bautizar a su prometedora compañía automovilística como Tesla Motors, siendo este, quizá, el mayor reconocimiento que se le podía hacer a Nikola Tesla.