El 18 de julio de 2013, la ciudad de Detroit se declaraba oficialmente en bancarrota. De acuerdo con las características de este estatus administrativo, la ciudad norteamericana reconocía su incapacidad de hacer frente a los pagos comprometidos con los acreedores así como al abono de las nóminas y pensiones públicas locales. Aparentemente, la Ciudad del Motor se había apagado de la noche a la mañana y había convertido uno de los pilares del sueño americano durante el s. XX en una pesadilla. La realidad es que los problemas venían de lejos y que la quiebra de Detroit no era sino la expresión más visible de la crisis del sector del motor. ¿Cómo se llegó hasta aquí?
En 1903, Henry Ford funda su conocida compañía automovilística en una fría ciudad del norte de los Estados Unidos. La elección de Detroit podía parecer sorprendente pero Ford había visto un gran potencial en la ciudad de Michigan por su estratégica ubicación cercana a fuentes de suministro para la industria. En 1908, General Motors seguiría los pasos de la marca de Ford y en 1925 se les uniría Chrysler. De este modo, Detroit pasaba a ser la capital mundial de la automoción al albergar las sedes de los tres mayores fabricantes norteamericanos. La edad de oro de la ciudad no había hecho sino comenzar.

Renaissance Center, sede de General Motors en Detroit. Imagen con licencia Creative Commons.
Dentro del clima general de euforia que recorrió el país en la década de 1920, Detroit contaba con los mimbres necesarios para ser una de las ciudades más boyantes. El automovilismo comenzaba a ganar adeptos y las inversiones en la industria se multiplicaban año a año, al tiempo que la gran masa laboral que se estaba trasladando a los grandes centros fabriles le garantizaban un suministro continuo de trabajadores. Tanto fue así que ni siquiera el crítico crac de 1929 y la subsiguiente Gran Depresión ahogó por completo la economía local. Ford, por ejemplo, emergió de esa crisis todavía más fuerte de lo que era antes. Detroit parecía imparable.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la popularización de los automóviles particulares permite a Detroit tocar sus mayores cotas de prosperidad (si bien con algunos disturbios en las fábricas por las malas condiciones de trabajo). En la década de 1950, la ciudad se sitúa entre las cinco mayores poblaciones de Estados Unidos y en una de las que más contribuían al PIB nacional. De igual modo, la población creció hasta los 1,85 millones de habitantes por las continuas llegadas de trabajadores para las factorías de las tres grandes marcas. Tras este pico, la ciudad inició una larga decadencia en la que confluyeron tanto decisiones desacertadas por parte de las compañías automovilísticas (como el cierre de plantas rentables por parte de General Motors) como factores exógenos como la liberalización comercial.
Salón del Automóvil de Detroit, el gran foro de la ciudad. Imagen extraída de freep.com.
Las tres grandes marcas demostraron no estar dispuestas a reconvertirse a tiempo. Las décadas de 1960 y 1970 vieron cómo la cuota de mercado de estas compañías se deterioraba progresivamente pero la reacción fue mínima o inexistente. En 1980, comienzan a intensificarse las voces que alertaban de que la industria local se había quedado desfasada y por tanto era poco competitiva. Las grandes oleadas de despidos no se hacen esperar y el crimen y la delincuencia se cronifican en los ochenta, llegando a ser considerada la ciudad más peligrosa del país en varias ocasiones. Con todo, lo peor estaba por llegar. En 2008, la última gran crisis económica dio la puntilla al sector automovilístico.
General Motors fue la marca más castigada y, por ende, la que más despidos y cierres protagonizó. En 2009, este símbolo de la industria norteamericana se declaró en quiebra en un lúgubre presagio de lo que aguardaba a la ciudad. Sin embargo, la compañía se refundó y, pese a sostener todavía importantes deudas pendientes, ha logrado recuperar posiciones en el mercado (llegó a ser otra vez el fabricante líder mundial). De igual modo, la ciudad de Detroit ha empezado a recobrar el pulso. El Salón del Automóvil no ha dejado de celebrarse, las inversiones privadas están aumentando y en 2015 se comprobó que, por vez primera en muchos años, el número de trabajadores activos crecía en la ciudad. La resurrección de Detroit puede estar en curso…